Tren de lujo Orient Express recorriendo paisajes nevados desde Moscú hacia el este

«El tiempo viaja en tren: Venice Simplon-Orient-Express»

Tren Venice Simplon en estación Ostiense

El Orient Express y el Transiberiano

A fines del siglo XIX, viajar en tren a través de Europa era solo para viajeros de alto nivel.
Viajar en el Orient Express y el Transiveriano era un lujo reservado a quienes tenían tiempo, dinero… un símbolo de distinción.

Algunos viajaban para aprender. Otros para escapar de vidas sin emoción.
Y estaban quienes querían llegar a donde casi nadie llegaba:
a la Rusia de los Romanov, a los balnearios del Cáucaso, a tierras de idiomas desconocidos.
Como quienes cruzaron océanos, como en la hazaña trunca del Titanic,
o como los grandes exploradores: Marco Polo, Sir Richard Burton, Nellie Bly.

Eran viajes de meses. De conversaciones suaves en vagones restaurante.
De mujeres con sombreros altos y baúles con iniciales doradas.

Era glamour en movimiento. Tal vez también el escenario perfecto para el misterio.
No sorprende que Agatha Christie lo haya elegido para sembrar intriga.

El Orient Express unía Venecia o París con Estambul, atravesando los Alpes, Viena, Budapest, Bucarest y el Bósforo.
Era un hotel sobre rieles: salones art déco, música en vivo, cenas con candelabros.
Las rutas cambiaron con el tiempo, pero el espíritu se mantuvo.

Desde 1982, el Venice Simplon-Orient-Express revive ese lujo perdido,
con vagones originales restaurados y travesías que se sienten como un sueño.
Partir desde Venecia o Roma, cruzar Europa de noche, despertarse en Budapest…
No hay apuro. Solo ritmo, belleza y elegancia.

El Transiberiano, en cambio, recorría la otra dirección y desde su nacimiento en 1891 jamás ha interrumpido sus viajes.
Desde Moscú hasta Vladivostok: 9.288 kilómetros, siete husos horarios, más de una semana sin interrupciones.
Un universo que se desplegaba por la ventanilla: la nieve de los Urales, y las estaciones que parecias deslizarse en una danza infinita.
Samovares humeantes en cada vagón.
Era otro tipo de lujo: el del silencio, el de estar desconectado, el de mirar sin hablar.

Algunos lo tomaban para llegar al lago Baikal.
Otros, para atravesar Siberia como si leyeran un libro sin saltarse una sola página.

No sé en qué momento fueron quedando en el olvido, a pesar de que siempre estuvieron allí.
Tal vez cuando el tiempo se volvió más valioso que el trayecto.
O cuando dejamos de mirar por la ventana para mirar pantallas.

Pero hace poco, esas travesías comenzaron a tomar otro impulso,
a revalorizarse, a hacerse imprescindibles para pasajeros curiosos o aventureros.
Y los trenes aún esperan en el andén.

Hoy mismo, acompañé a una amiga que partía en tren.
Y mientras saboreaba mi espresso en la estación Ostiense, lo vi.
Ahí estaba, azul profundo, letras doradas. El Venice Simplon. Imponente.
Y los pasajeros… algunos elegantes, otros discretos.
Pero todos, con esa mirada de quien sabe, que el Orient Express no es, un simple tren.

🚂 Travesía de lujo en el Transiberiano – Moscú a Vladivostok
🚃 Venice Simplon Orient Express – Europa Oriental en tren de época

La travesía continúa...

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